Aquella gota

 


Caen lágrimas de sal de un palco del teatro,
ni la obra quiero mirar, si no más su procedencia,

pues si esta gota malherida viene de unos ojos amargos,

que bendigan o maldigan al culpable de crearla.


Ya no vuela esa paloma con el ala atravesada,

ni vacila con alevosía su envidiable plumaje.


Mi rezar de cada noche en busca de la persona indicada,

que con paciencia y pasión todo su destino enderece.


Y si mis rezos no sirven para encontrar a la persona indicada,

quisiera decirle a la paciencia y a la pasión porque el destino no enderece.


Siguen cayendo lágrimas de sal, pero no sobre el palco, sino sobre mi alma,

que no solo esos ojos amargos sueltan el veneno del culpable que las creó,

si no que mi corazón se corroe al ver que ya no vuela esa paloma con el ala atravesada,

que ni vacila con alevosía su plumaje envidiable.


Ahora mi rezar de cada noche va dedicado a esa paloma,

que perdió ese plumaje envidiable

por culpa de unos ojos amargos,

que soltaban lágrimas saladas

sobre el palco del teatro,

al admirar su procedencia

y no la obra

que habita en mi alma.










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